¿Alguna vez has sentido que tus acciones entran en conflicto con tus creencias? ¿Has caído en el autoengaño con tal de sentirte a gusto en esa contradicción? No te preocupes, es algo bastante habitual que se puede explicar con la teoría de la disonancia cognitiva.
En ocasiones tenemos la tendencia a pensar que las personas actuamos siempre de una manera racional conforme a nuestras creencias y tras una intrincada sucesión de pensamientos lógicos.
Sin embargo, en muchas ocasiones, toda esa reflexión no es más que una huida hacia adelante, una forma de excusa con la que tapamos una decisión irracional que ya hemos tomado. ¿Quieres saber a qué se debe? Pues sigue leyendo porque te lo contamos.
¿Qué es la teoría de la disonancia cognitiva?
Llamamos disonancia cognitiva a ese estado de incomodidad o de tensión que experimentamos cuando nuestros actos entran en contradicción con nuestros ideales o cuando mantenemos dos pensamientos contradictorios o incompatibles.
Este fenómeno se produce con mucha frecuencia en nuestro comportamiento. Por ejemplo, hay veces en que lo sentiremos cuando nos obligamos a salir con unos amigos sin tener ganas y, una vez fuera, nos sentimos mal por haber cedido ante algo que en realidad no nos apetecía hacer.
Esta frecuencia a la hora de llevar a cabo conductas que no conectan con nuestras actitudes o con nuestros sentimientos, nos hacen ser conscientes de la necesidad de un cambio. O bien aprendemos a aceptar que no siempre podemos ser cien por cien coherentes, o bien tratamos de resolver el conflicto que nos ocasiona la disonancia cognitiva para conseguir una mayor integridad vital.
La disonancia cognitiva en origen
En el año 1957, el psicólogo Leon Festinger publicó «A Theory of Cognitive Dissonance», la que se considera como la obra fundacional de la teoría de la disonancia cognitiva.
En ella, Festinger propone que todos experimentamos malestar cuando nuestras acciones entran en contradicción con nuestros ideales, valores o creencias. Esto la convirtió rápidamente en una de las teorías más influyentes de la psicología social moderna. Además, incorporó el concepto del «principio de la consistencia cognitiva», es decir, aquel impulso que nos lleva a querer resolver ese conflicto.
Ahora bien, hay que entender que la disonancia cognitiva no se activa de forma automática como si fuese un resorte. Para que aparezca hemos de ser conscientes (o darnos cuenta en algún momento) de nuestra inconsistencia para llegar a experimentar ese malestar.
Asimismo, no todos somos igual de sensibles ante la disonancia cognitiva. Algunas personas tienen un grado de tolerancia mayor ante la inconsistencia o la incertidumbre y, además, otros factores como el tipo de creencias que se vea afectado, el valor de las mismas o el grado de desigualdad entre acto e ideal, marcarán la intensidad del conflicto que sentiremos.
Efectos de la disonancia cognitiva
Sumado al malestar habitual que las personas experimentan ante la disonancia cognitiva también puede llegar a ver alterados otros factores:
- Ocultación ante los demás. Al sentir cierta vergüenza por actos que les producen disonancia cognitiva, pueden caer en esconder continuamente sus creencias y sus acciones por miedo a ser juzgados.
- Racionalización continua. Intentan sobrexplicar todos sus actos a fin de revestirlos de una pátina de lógica y racionalidad.
- Evitación de ciertos temas. No entran directamente en debates o discusiones que puedan sacar a la luz sus contradicciones.
- Negación de información. Se alejan de datos, de noticias o de cualquier explicación objetiva que les impida mantener sus actitudes.
¿Qué se puede hacer para combatir la disonancia cognitiva?
Son muchas las veces en las que la disonancia cognitiva nos lleva a una situación de autoengaño. Así, ejemplos clásicos como el de los fumadores que se dicen a sí mismos que fuman porque eso les ayuda a socializar o a estar menos nerviosos, nos sirven para comprender cómo de grande puede llegar a ser su peso sobre nuestro pensamiento y nuestras decisiones.
Para tratar de combatir su influencia en nosotros podemos recurrir a:
No comprar lotes de ideas preconcebidas
Antes de dejarnos informar por los demás y crearnos una visión sesgada de altos contrastes, conviene establecer nuestro propio discurso, buscar nuestras propias fuentes de información y llegar por nosotros mismos a construir nuestras ideas. De este modo evitaremos caer en actos que contradigan nuestros ideales y los reforzaremos.
La observación de nosotros mismos ha de ser habitual
Es muy conveniente preguntarnos sobre nuestros actos, nuestros valores y nuestras creencias. Más allá de la tradición o de la educación que hayamos recibido, hemos de mirarnos hacia dentro de forma habitual para buscar flexibilidad, adaptación y equilibrio.
La humildad y la autoestima no son incompatibles
La búsqueda de una coherencia total y absoluta no solo no es deseable, sino que puede llegar a provocarnos problemas de autoestima y, en sus grados más altos, de ansiedad, de culpabilidad y de malestar emocional generalizado. A veces basta con entender que nos equivocamos desde la humildad. Comprender nuestros actos ya es un buen punto de partida para recuperar el equilibrio.
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