Como seres humanos que somos nos emocionamos pero, ¿sabemos realmente qué son las emociones? ¿Sabemos para qué sirven?
Digamos que las emociones son nuestras “alarmas”, nos avisan cuando está ocurriendo algo y nos preparan para actuar en consecuencia, es decir, son adaptativas y necesarias para nuestra supervivencia. Para que esto sea así y podamos regular correctamente nuestras emociones debemos saber identificarlas, ponerles nombre, saber qué nos están diciendo y qué podemos hacer con ellas.
A continuación vamos a hablar de algunas de las emociones básicas pero debemos tener en cuenta que éstas fluyen, se superponen e incluso podemos pasar de una emoción a su opuesta en cuestión de minutos. Es por esto que es muy importante permitirnos sentir y no bloquear lo que sentimos.
¿Para qué sirve la tristeza?
La tristeza es una emoción que aparece cuando sufrimos una pérdida. Está muy relacionada entonces con el estilo de apego que tenemos, ya que si no nos pusiéramos tristes cuando perdemos a alguien querido, significaría que no tendemos a vincularnos con otras personas u objetos.
La tristeza se va del mismo modo que aparece, poco a poco va fluyendo hasta que desaparece por sí misma, es decir, se autorregula. De hecho, pueden surgir dificultades si ponemos barreras y no dejamos que esa tristeza salga.
¿Para qué sirve el miedo?
Esta emoción se considera a menudo negativa pero realmente aparece cuando nos encontramos ante un peligro, es decir, el miedo nos protege. Es una respuesta automática que nos hace escapar de una amenaza.
¿Para qué sirve la ira?
La ira aparece cuando se considera que existe amenaza a los propios intereses y propósitos. Es una emoción que tiene muy mala fama, pero en realidad la función que tiene es autodefensiva, es decir, nos ayuda a poner límites y mejorar nuestras relaciones interpresonales.
¿Para qué sirve la alegría?
La alegría es la emoción positiva por excelencia, es energía e ilusión. Permitirnos estar alegres es muy importante, aunque es difícil cuando sobrecuidamos a otras personas o cuando somos muy exigentes con nosotros mismos, ya que tendemos a bloquear esa alegría porque nos genera culpa.
¿Para qué sirve la culpa?
La culpa aparece para hacernos conscientes de nuestros errores y poder corregirlos. Una culpa sana implica aprender de esos errores del pasado y así poder mejorar y no volverlos a cometer.
Muchas veces nos culpamos por situaciones que ocurrieron en el pasado, sin darnos cuenta de que estamos juzgando desde nuestra perspectiva presente y que ahora contamos con ciertas herramientas o recursos de los que en aquel momento no disponíamos.
Queda claro que las emociones no son nuestras enemigas sino todo lo contrario, son sanas y nos ayudan en nuestro día a día, aunque a veces nos resulten desagradables. En definitiva, las emociones nos ayudan a entender el mundo y a nosotros mismos.