Nos hicieron creer que existían dos tipos de emociones: las positivas y las negativas.
Emociones positivas y negativas. ¿Seguro?
Positivas llamaron a la alegría, la sorpresa (agradable).
Las negativas supuestamente eran aquellas que hacían sentirnos en el otro extremo: la ira, el enfado, la tristeza…
Lo que no nos explicaron era que TODAS son adaptativas para nuestra supervivencia. Que todas son “buenas”, que todas son nuestras amigas y que todas van a guiarnos en este sorprendente camino que es la vida. Por tanto…
No hay emociones negativas.
No existe tal distinción. Todas forman parte de nuestra existencia y son nuestra guía vital. Está bien no estar bien.
A veces las mejores decisiones vienen precedidas de una fuerte emoción que nos ha enseñado algo más que necesario. Sí, está bien no estar bien, también.
Los «positivísimos» tienden a fracasar más.
De hecho, la psicóloga alemana, investigadora y profesora de psicología en las Universidades de Nueva York y Hamburgo, Gabriele Oettingen, lo reafirma en varios estudios resumidos en su exitoso libro Rethinking positive thinking, algo así como «Repensando el pensamiento positivo». En esta obra, la profesora Oettingen afirma que, la solución no es acabar con los sueños y el pensamiento positivo. Pero sí de tener presente que la baja tolerancia a la frustración que producen esas ideas desemboca en que, las personas «siempre positivas» tienden a fracasar más que las que viven con un poco de pesimismo.